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Damas y caballeros Radio Hoy nos hemos reunidos para celebrar la genialidad de Lewis Carroll y el centenario de su nacimiento. Y la Universidad de Columbia comparte esta celebración a través de esta difusión, con oyentes de todos los Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y Europa. Esta celebración tiene un especial orgullo y honor de contar con la agraciada niña a quien Lewis Carroll le contó y dedicó su historia. Alicia, en persona. ¿Quieres más, Hargreaves? Sé, que como deportista tienes un apetito voraz. No, gracias Sra. Liddell, ya comí suficiente. ¿Y tú Baker? No gracias señora, también estoy satisfecho. ¿Señor Dodgson? Sí, creo que aceptaré otro. Claro, sírvase. Edith, sal del agua de una vez. Estoy cansada de estar quieta. Estar quieta es bueno para las niñas. Tú quieres crecer tan linda como tus hermanas, ¿cierto? La verdad es que no. Hace calor como para estar quieta y comer. Verdad. Es vulgar dejar que el sol te tueste la piel. Debemos vernos como trabajadores irlandeses. ¡Dios te libre! ¿Es necesario usar el nombre de Dios? Es una broma, Sr. Dodgson. Lo siento, señor. Seguro que sí. ¿Terminaron todos? Sí, gracias. Bien. Entonces podemos divertirnos. ¿A quién le gustaría cantar? ¿O recitar? ¿Por qué no conversamos? ¿Alicia, por qué no cantas? Sí, Alicia. Ahora no Lorina, tal vez más tarde. No soy bueno en canto. Vamos Alicia, calla a las aves. Tal vez no quiere cantar, Hargreaves. El señor Dodgson podría contarnos una historia. Eso sería maravilloso. Sí, algo de su cuento. No Lorina, nos lo sabemos de memoria. Siempre lo leo Sr. Dodgson, es grandioso. ¿Recito la canción de la falsa tortuga? Sí, por favor. Silencio, por favor. ¿Por qué no te mueves más aprisa? le preguntó una pescadilla a un caracol. Porque tengo detrás a un delfín pisoteándome el talón. ¡Que contentas se ponen las langostas y tortugas al andar! Nos esperan en la playa. ¡Vengan! ¡Baila y déjate llevar! ¡Venga, baila, venga, baila, venga, baila y déjate llevar! ¡Baila, venga baila, venga, baila, venga y déjate llevar! ¡Alicia! ¡No te puedes imaginar que Radio ¡No te puedes imaginar que Radio qué a-a-a-a-a agradable Radio Lo siento. ¡Venga, baila, venga, baila, venga, baila y déjate llevar! ¡Baila, venga baila, venga, baila, venga y déjate llevar! ¿Por qué no te mueves más aprisa? le preguntó una pescadilla a un caracol. Porque tengo detrás a un delfín pisoteándome el talón. ¡Que contentas se ponen las langostas y tortugas al andar! Nos esperan en la playa. ¡Venga! ¡Baila y déjate llevar! ¡Venga, baila, venga, baila, venga, baila y déjate llevar! ¡Baila, venga baila, venga, baila, venga y déjate llevar! ¡Venga, baila, venga, baila, venga, baila y déjate llevar! ¡Baila, venga baila, venga, baila, venga y déjate llevar! Fue un poema muy inteligente y divertido Sr. Dodgson. Por último, imaginó cómo sería en el futuro esta pequeña hermana suya, cómo sería ella cuando se convirtiera en una mujer. Y pensó que conservaría, a lo largo de los años, el mismo corazón sencillo y entusiasta de su niñez, y que reuniría a su alrededor a otros chiquillos, y haría brillar los ojos de los pequeños al contarles un cuento extraño, quizás este mismo sueño del País de las Maravillas que había tenido años atrás; y que ella sentiría las pequeñas tristezas y se alegraría con los ingenuos goces de los chiquillos, recordando su propia infancia y los felices días del verano. y se alegraría con los ingenuos goces de los chiquillos, recordando su propia infancia y los felices días del verano. En los pequeños versos al comienzo del libro el señor Lewis Carroll o el reverendo Charles Dodgson dijo: Alicia, para ti este cuento infantil. Ponlo con tu mano pequeña y amable donde descansan los cuentos infantiles, entrelazados, como las flores ya marchitas en la guirnalda de la memoria. Es la ofrenda de un peregrino que las recogió en países lejanos. En esa época era muy joven, para reconocer la belleza y el amor que acababa de nacer. Pero ahora lo veo. Después de todo y por fin. Gracias señor Dodgson. Gracias. ¿Qué le apena? Son sus fantasías. Ni siquiera está triste.



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